septiembre 13, 2010



Una comida. Diferentes personas, todas conocidas. El asador también, paso todos los días por ahí delante. Hoy en cambio, estoy dentro, asentada en una mesa. Pendiente en todo momento del móvil, a que se encienda la pantallita y ver su nombre. Pero nada. Hago yo una llamada perdida. No hay respuesta. Estará ocupado, no tendrá el móvil cerca. Como. Intercambio muy pocas palabras. Mi cabeza está en otro sitio, también estoy cabreada por mis dolores. Una vez acabada de comer, cojo el móvil. Llamada perdida. ¿Será él? Justo. Era él. Saco el móvil y escribo corriendo un sms. Al acabar le doy a enviar, busco su nombre rápidamente. Acepto. Enviado. En cuanto puedo, me escapo con mi dolor. No me hizo falta pastilla, no me hizo falta nada, solo él. El dolor se me fue de inmediato. Todo perfecto.

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