Ahí fuera llueve, hace frío. Lo normal a finales de noviembre, ¿no? 
Queda un mes para navidad, y yo ya estoy pensando en algo especial para que no sea como todos los años. Una típica cena en familia; mis abuelos, mi hermana, mi madre y su novio. Sí, padres separados...  Sin más, cenamos, me mancho con las gambas... todos los años igual, como el discurso del Rey. Monotonía hasta en ese día.
Se ha perdido la magia. Antes de pequeñas, ponían los regalos debajo de un árbol, donde se aparcan los coches. Salían antes a colocarlos y luego salíamos nosotras muy ilusionada a verlos.
Pero todo eso se pierde. Crecemos, nos enteramos de todo. 

Ahora hasta enrollo yo los regalos. Sí. Mi abuela los compra y yo me meto mientras preparan a enrollarlos. Hasta enrollo el mío. No me pilla de sorpresa. Lo enrollo por gastar papel, por abrirlo delante de ellos, hasta he pensado varias veces en no enrollarlo... Todo cambia. 


- Tienes dieciocho años, Gloria, ¿todavía quieres esa magia de la que hablas?
- Y ¿por qué no? 


En fin. Que si me propone Peter Pan  irme al país de "Nunca Jamás" yo me voy. Me voy con él y con Campanilla. ¿Por qué no? No hago daño a nadie.