Imagina que un día nos levantamos en París, tú y yo. Abres los ojos y estamos en una cama de matrimonio, miras a tú alrededor y nada nos resulta familiar. Te asomas al gran balcón, que ya lo quisieras para tu casa, y allí está. La gran Torre Eiffel. Todavía iluminada. Allí afuera está oscuro. ¿Qué hora serán? Miras el reloj y tan solo son las 4 de la madrugada. Te vuelves a meter en la cama feliz, pero no te quieres dormir por si acaso es un sueño. Un sueño del cual no quieres despertar. Sin quererlo te has quedado dormida, pero con una sonrisa bien grande en tus labios, que dudo que se te vaya por muchos sueños que tengas.