La chica de los portales.
octubre 29, 2012
El lunes pasado, para alegrarme el día que estaba siendo un poco desastre de más, me eché a la calle con la sonrisa puesta de casa para ir a la librería del pueblo y adquirir al fin "una tienda en París". Y por suerte la mía, como ya os dije, sólo quedaba uno. El mío. Salí de la tienda más felices que unas pascuas, encontré un portal acogedor y cómodo que me hacía sentir bien, aposenté mi trasero y empecé devorando las primeras páginas. Cuando me quise dar cuenta, ya había acabado el primer capitulo.
El siguiente día que busque otro portal y tome asiento fue el sábado. Y esta vez por otra razón. Me acababan de destrozar por dentro... Un trapo sucio. Hablando claro, una mierda. Así me sentía.
Conseguí llegar hasta un portal que mereciera la pena sentarse y pasar allí unos largos minutos reflexionando. Los coches pasaban sin darse ni cuenta que yo estaba allí, con la mirada perdida y los sentimientos rotos. Dos tipos pasaron y me asustaron, ni pasaron cerca ni lejos, se quedaron mirando y en otro idioma dijeron algo que ni me interesaba. Sólo quería que viniera e hiciera lo que tenía que hacer. Pero no tuvo huevos. Y conforme fueron pasando los minutos, sabía de sobra que no. Que no iba a bajar, ni iba a hacer nada.
Las lágrimas no querían salir, más bien las reprimí y después de desahogarme con un par de líneas en el móvil, tomé aire y comencé a andar sin ni siquiera percatarme con quien compartía calle. Envuelta en mis pensamientos y mis sentimientos anduve hasta que un coche frenaba poco a poco y un "Tsss" me devolvió a la acera por la que andaba. "Perdona, ¿un herbolario por aquí cerca?"
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