Arreglando el día.

octubre 23, 2012

A veces te levantas con el pie izquierdo o simplemente te pasas la noche en vela sin poder dormir por cualquier tontería (hay tantas... En mi caso fue una película que no debería haber visto!). Las 4:33 marcaba en mi móvil y ya no pude pegar ojo entre unas cosas y otras. A las 7 sonaba la alarma como todos los días, marcando el comienzo de otro día más. Mis ojos ya estaban abiertos desde hacía horas, aunque se habían conseguido apegar hacía bien poco. 
El día transcurrió cansado, más bien la primera hora de clase. Luego, la segunda clase todo se jodió del todo. Una profesora un poco (no sé como decirlo) entro al aula metiendo un poco de miedo, "sacad un folio", todos nos cagamos en nuestras sillas (algunos literalmente) y lo fue suavizando todo hasta que dijo "el próximo día examen". Como era de esperar, todos nos tiramos a ella (esto no literal), pero al final se salió con la suya. Y recordando clases anteriores con ella... "Vamos a dejar este tema 1 para ajuntarlo con el 2", le hicimos las preguntas adecuadas y se volvió a salir con la suya. Haríamos un examen con el tema 1 y el 2 (según ella era largo). 
No hay por donde cogerlo. El caso es que con mis pocas horas que dormí y ella, ¡me jodieron el día a lo grande! (Teníamos otro examen el viernes). La mañana fue pasando y mi mala ostia continuaba intacta además del sueño, que me dormía por los rincones. 
La tarde... La tarde había que alegrarla. Había que poner algo al día para que no acabará tan jodido como estaba siendo. Y ahí es cuando entra en acción Maxim Huerta con su "Una tienda en París"
Hacía muchísimo, desde que salió a la venta (incluso antes), que lo quería, amaba y deseaba con todas mis fuerzas. Leía frases que ponía la gente que ya había tenido el lujazo de leerlo, de devorar todas sus páginas y yo, como dotorasa que soy tenía que meterme un chute para aliviar mis ganas.
Estudié un poco con una rabia que me recorría todavía por todo el cuerpo. Decidí salir de casa de estampida para ir a la librería y comprarlo. Así fue como me alegré el día. Y para suerte mía, ¡SÓLO QUEDABA UNO, EL MÍO! Lo cogí y no lo solté, iba a ser mío en pocos segundos. MÍO, de verdad. Salí de la librería y cogí asiento en el portal más cercano, abrí el libro y la felicidad se podía apreciar en mi rostro. Comencé a devorarme página a página y acabé con el primer capitulo enterito, y hubiera seguido allí mismo, en ese portal cercano a la librería, pero era la hora de volver ya. 
Así fue como hice de un pésimo día, un gran día, el día en el que "Una tienda en París" fue mío. 

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