abril 29, 2012

Cuando todos dormían y la luna era la única que estaba despierta, nosotras dos nos poníamos al día.
Tan solo habíamos pasado dos días sin vernos, ella en Madrid y yo aquí, donde siempre.
Las palabras iban saliendo y yo sentada en la cama como los indios, explotaba las pequeñas burbujitas donde iba enrollada mi taza de Piolín. ¡Las exploté todas! Ella seguía contando, y yo reía, me sorprendía, me disgustaba...
Después de pensármelo "muy, mucho" lo solté.
- . . .
Ella permaneció callada y yo tapándome la cara con un cojín. "No me mires", fue lo único que le dije.
Fue pasando los minutos y nosotras seguíamos así, ella callada y yo tapándome la cara. Cuando ya me tranquilice le pregunté.
- ¿No me vas a decir nada? ¿Qué piensas?
- Nada, no pienso nada. ¿Tú no eras .........?
Yo se lo expliqué y ella no pronunció palabra, simplemente asintió con la cabeza. La verdad es que me esperaba otra reacción, no sé, cualquier otra en vez de la que tuve.
Me cambio de tema, continuó contándome ese viaje. Y yo de vez en cuando le preguntaba por esa conversación, pero nada, no dijo nada, permanecía callada sin soltar palabra.
Después de acabar con todas las chuches que le quedaban y de unas cuantas pipas tijuana, nos fuimos a dormir. Yo salí de su cuarto y me fui al mío. Destapé la cama y me metí feliz, la verdad es que necesitaba compartirlo con ella. Y con ese último pensamiento y la felicidad que tenía dentro de mi, me quede dormida enseguida.

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