Por allí.

febrero 14, 2013


Con el tiempo que llevaba aquí, en París, entendí que la gente se demuestra el amor más de lo que pensaba, que hacen viajes a París para vivir más intensamente su relación o para que esa chispa que poco a poco, gracias a la rutina, parece que se va apagando, dé un fogonazo y no se apague nunca. 
La ilusión, en París, está muy a la orden del día. Aquí la gente, a pesar del trabajo y la pesadilla de la rutina, hacen escapadas románticas de tanto en tanto. Cogen la cesta y un mantel a cuadros y se van a vivir su amor fuera de casa, se tumban en el césped y se dan besos como si estuvieran en casa, incluso a veces da vergüenza, pero es lo que tiene el amor, que si sirve para algo es para vivirlo si vergüenza, porque sino, no vale para nada. Y ellos se lo aplican de cabo a rabo.
Hoy, día de los enamorados, yo sigo por esta ciudad. 
Hoy, el césped está al completo, parece que no habrá un mañana. Los parisinos se han echado a la calle, todos, las casas están vacías, estoy segura de ello. Centenares de ciudadanos se amotinan a orillas del Sena, cerca de la torre para vivir el día de los enamorados en pareja, rodeados de ese amor que, de momento, está presente en sus días, en su rutina, y que les gustaría que les durara eternamente.
He sido testigo de una pedida de mano bajo la torre Eiffel encendida un catorce de febrero, sí, como la canción. Eran una pareja de italianos, que habían llegado ayer para celebrar desde bien temprano san valentín en esta ciudad. Él, tenía planeado esto desde hacía meses y ella ni se lo imaginaba, las lágrimas que se le habían escapado la delataban. Me pregunté cuantas noches en vela había tenido que vivir para, finalmente, optar por una pedida de mano como esta. Italianos, tan jodidamente románticos... Yo me moría por uno,  por volverme a enamorar y que ese estúpido que se coló sin ni siquiera pedir permiso, pasará a mejor vida en mi cajón de los recuerdos.

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