Esas sábanas...

septiembre 17, 2013


Mis noches felices junto a él se convirtieron en noche de soledad con lágrimas. Esta última semana todo había sido un desastre. La muerte de mi abuela, esa noche en el tanatorio rodeada de conocida y desconocida familia. Y él no pudo estar ahí. Demasiado ocupado estaba últimamente, ya casi no tenía tiempo para mí, para nosotros. Igual eran imaginaciones mías y puede que sea cuestión de tiempo. A que todo vuelva a la normalidad, excursiones a rincones maravilloso de este París enamorado de enamorados, de noches de amor hasta altas horas de la madrugada y de desayunos en la cama. Ojalá.
Mis días desde aquel fatídico 25 se resumía en tazas de leche caliente con Colacao, para combatir el frío de este París. La mantas y yo nos uníamos a diario y continuamente, ellas me atrapaban y yo me dejaba atrapar sin nada más que hacer. Los días los perdía y el tiempo con ellos se iban mientras miraba por la ventana con la mirada distraída en aquellas noches junto a él. No podía ver más allá, solo quería que volviera, que estuviera a mi lado... En París no tenía absolutamente a nadie, estaba SOLA, él ya no estaba... Mi vida se derrumbaba lejos de los míos, mis amigas estaban a largos kilómetros de mi para animarme.
Una de esas mañanas, cuando me asomaba a ver el amanecer por mi ventana, le vi con algo para desayunar, no me quería hacer ilusiones, pero el corazón me dio un vuelco y las mariposas del estomago enloquecieron. Por un momento tuve miedo. Temí que ese desayuno fuese para otra, que ni siquiera fuera para él. Pero todos esos pensamientos se detuvieron cuando el timbre sonó. Era él. Lo veía desde mi ventana... "No le puedo abrir así, llevo tantos días metida en la cama..." Pero gracias a un milagro o a mi rapidez que saqué en ese momento, conseguí llegar al baño y asearme un poco. Me recogí el pelo con un moño, me lavé la cara, los dientes, me perfumé y poco más. Conseguí contestar antes de que tocara por enésima vez o peor, que se fuera. Sabía que era él, pero no sabía como contestarle, que voz ponerle ni como reaccionar después de todo. Pero fue natural, algo normal. 
Cuando subió, simplemente pude que abrazarlo y llorar. Almorzamos juntos los 'croissants' que trajo con zumo de naranja colado y doble de azúcar. Luego tuvimos tiempo de darnos amor entre esas sabanas que sabían a mí, a mis lágrimas y a toda mi rabia por él. Pero ahí estábamos, enredándonos entre esas sábanas, dejando nuestro sudor, nuestro amor.....
Volví a ser feliz después de tanto tiempo.

You Might Also Like

0 comentarios