La ilusión de las primeras vacaciones juntos.

septiembre 20, 2014

Marco se levantaba muy temprano cada mañana, preparaba el desayuno, luego venía a la cama y me despertaba con sus besos y mimos. "Venga dormilona que vamos a llegar tarde". Y yo, me agarraba a él como una lapa. Desayunábamos y bajábamos para irnos a nuestros respectivos trabajos, otros días se nos hacía más tarde remoloneando en la cama y teníamos que desayunar de camino. El mío estaba justo debajo de casa, una pequeña tienda de dulces. Él estaba en una empresa de encargado de recursos humanos, un poco lejos de casa.
Los días con amor se empiezan mejor, y ese día se nos hacía tarde de tanto amor. Tuvo que llevarse un croissant de la tienda porque no llegaba y yo desayunar algo allí cuando los clientes me dejaran. Entraban y salían los habituales; la señora Emelie con sus dos nietos que cuidaba mientras su hija estaba en el trabajo, la señora Margot tan bien maquillada de buena mañana, el señor Evans con sus camisas a cuadros... También se acercaban viajeros dispuestos a probar los dulces de París, encaprichados con los 'macarons'. 
La señora Amélie era la dueña de la tienda, que normalmente abría por las tardes acompañada por sus nietos. No solía venir por las mañanas desde que yo me supe manejar sola, por eso me sorprendió verla entrar aquella mañana. "Señora Amélie, que gusto verla", le dije tan sorprendida que creo que se dio cuenta. Enseguida me tranquilizó con buenas noticias, "tranquila, querida, solo vengo a hablar contigo de cosas buenas", respiré para relajarme, y creo que también se dio cuenta porque se echo a reír. Quería que habláramos de mis vacaciones, así ella se organizaba para ese par de semanas. Le conté que Marco las cogía en agosto y no me dejó continuar, "pues no se hablé más, en agosto también para ti". Marcamos mis dos semanas. Preferí coger las dos últimas semanas.
Cerramos y subí a casa pensando en un lugar donde escaparnos esas dos semanas. Cogí el portátil y empecé a buscar lugares. España, algún pueblecito de Francia, Italia, la Toscana... Dejé de buscar, estaba tan ilusionada, pero no era justo elegir lugar sin que él estuviera delante para opinar, eran las primeras vacaciones que pasábamos juntos. Aparté el portátil y preparé una comida romántica para cuando viniera Marco. 
Estaba cocinando tan ensimismada que se me pasaron las horas volando y cuando me quise dar cuenta él ya había llegado. "Cagiño, ¿qué es todo esto?" me dijo con los ojos como platos y la boca abierta. Cuando nos sentamos a la mesa, se lo conté. Le conté mis dos semanas de vacaciones y los planes que podríamos hacer juntos. Empezamos a fantasear juntos, tanto que caímos en la realidad, no teníamos tanto presupuesto para tanta fantasía. Nos decidimos por ir a España, a visitar a mi familia, desde que salí huyendo de allí  no había vuelto a pisar España, además, Marco podría conocer a mi familia al igual que ellos a él. Así que después de comer y de decidirlo llamé a casa. Le conté los planes a mi hermana y noté como su voz se ilusionaba conmigo, incluso se emocionó.

Los días iban pasando lentos, estaba deseando que llegará el 15 de agosto. Compramos los billetes por internet, me pareció mentira que estuviéramos en temporada alta con los precios tan bajos como estaban. 1, 2 ,3.... 10 de agosto.... 14 de agosto. Era mi último día, y mi buen humor se notaba, los clientes salían con una sonrisa dibujada. "Bonjour, señora Margot", la señora me devolvió los buenos días y me sonrió. Me sorprendió, la señora Margot no solía sonreír a nadie, era una señora demasiado seria.
Como Marco estaba de vacaciones desde el 1 de agosto, bajó a la tienda y me ayudó con unos pedidos que tenía que dejarle a la señora Amélie para que entregará esa misma tarde. 
Con tantos dulces y tanta tontería de él, acabamos en el almacén dándonos amor. 


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