Bendita rutina.

octubre 06, 2015

Puede que el título me haga loca o algo por el estilo, pero es así. Llevo queriendo una rutina desde que deje atrás las prácticas. Tener algo que hacer durante todo el día, mantenerte ocupada, que la batería del móvil te dure dos o tres días...
Mi rutina consistía en levantarme temprano -tampoco es que madrugara mucho-, bajarme a la oficina tomando un paseo con el cual disfrutaba -no estoy loca, al menos no diagnosticado-, me gusta observar a la gente, me gustaba quedarme con las caras de los niños que bajaban de los coches para entrar a la guardería, o los paseos que se daban los niños algo más mayores para ir al colegio. 
Me topaba con una niña que era alegría pura. Iba agarrada de la mano de su hermano mayor, el niño portaba una cara de acelga que no se la quitaba ni su hermana misma, con esa alegría que a mí me la transmitía de buena mañana. Un día, al parecer, sería el cumpleaños de la niña, y el hermano llevaba una bolsa llena de bolsitas de esas que se reparten en los cumpleaños y ese día la niña desprendía más alegría todavía, pues ese día iba a ser la protagonista de la clase, todos se centrarían en ella y solo tendría piropos de los niños y envidia de las niñas.
Además de los niños, también me topaba con adultos que iban a trabajar. Una mujer que trabajaba en una asesoría cercana a la oficina donde yo iba. La mujer era lo más simpática que te puedes tirar a la cara, siempre con una sonrisa, siempre dando los buenos días a todos aquellos con los que se topaba. Al final dudé de conocerla de otra cosa, como me pasó con otra mujer. Todas las mañanas nos encontrábamos en la puerta de la guardería, yo apartaba la mirada, ella miraba para el suelo hasta que un día me hice la simpática y la saludé. Desde ese día nos mirábamos a la cara y con una sonrisa nos dábamos los buenos días mutuamente. Incluso, a día de hoy, nos saludamos si nos vemos.
Todo aquello me hacia sentir bien, me alegraban los días. 
Luego en la oficina, la gente era de lo más maja, claro que al estar de prácticas no iban a ser duros contigo, ya que como nos dijo el jefe nada más llegar: vosotros estáis aquí para aprender, no preocuparse si os equivocáis si no sabéis hacer algo, preguntad lo que queráis y que no os de vergüenza. 
Me adjudicaron un instructor que es de lo más simpático. Había un italiano que... A ver, tengo un poco de debilidad por los italianos y todavía no sé porque o igual sí, el caso, ese hombre era más simpático aún que todos ellos juntos. Siempre que me veía, sacaba un "Hola, Gloria" que me alegraba la vida. Con ese tono italiano, con esa simpatía, con ese... Yo no sé que tenía ese hombre aparte de las raíces italianas pero... También había una chica como administrativa que todo tenía que pasar por ella. Ella tenía que hacerlo todo, ella tenía que saberlo todo, ella tenía... todo. -¡¡¡QUÉ AGOBIO!!!-. A pesar de todo ello, la chica siempre tenía una sonrisa y una predisposición a ayudarte en todo que la admiro -a mí tanto agobio me vuelve loca y estúpida-. 

Guardo esta etapa con mucho cariño, me encantaba todo lo relacionado con esa rutina, lo único que llevaba mal es que me aburría de vez en cuando porque no tenía nada que hacer y trabajar por las tardes, pero por el resto todo muy bien.

Ahora entre nosotros, he de reconocer que salí muy afectada el último día de allí, no sé como me mantuve serena y "entera". Odio las despedidas, prefiero salir del sitio como si volviera mañana y ya, pero sin discurso entristecedor. No lloré, pero casi. 

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