La chica soñadora.

noviembre 10, 2015


El otro día -el que dice el otro día puede ser perfectamente hace meses- conocí a una chica que vivía sumergida en sus sueños. No dejaba de soñar ni de día ni de noche. Se imaginaba otra vida totalmente distinta a la suya -la suya se resumía en trabajar y trabajar, sin dejar de soñar-.  Y como entenderéis, cualquier vida es mejor que esa, aunque sea inventada. Imaginaba su vida lejos, tan lejos que quería cambiar de país. Quería que sus sueños -no os hablo de esos sueños que la gente quiere cumplir, sino los otros- esos que escribía en forma de relatos donde se ponía a ella de protagonista, se hicieran realidad. A veces, solo con cambiar de aires -y ya si cambia de país imagínate- iría todo mejor. Lo pensaba ella y lo pensaba yo. Pero tenía demasiadas cosas que le ataban -o que ella pensaba que le ataban, más bien- que era incapaz de pensar esas cosas en serio. Le ataba su madre, "como voy a dejar sola a mi madre, con todo lo que ha hecho ella por mi", decía. Le ataba su trabajo "es un buen trabajo y además me pagan bien", decía, pero acababa tan cansada que no dejaba tiempo para nada más, excepto para soñar. Le ataba aquel chico que pasaba de ella durante toda la semana y aparecía el domingo para buscar algo de "cariño". A veces, cuando no te quieres ir, de verdad, buscas escusas y eso hacía ella. Buscar escusas para todo, hasta para vivir. Igual -seguro- por eso escribía, se invadía de esos viajes ficticios, de esas aventuras ficticias, de esos amores fugaces y otros más duraderos, del amor de su vida, de la felicidad que todos queremos alcanzar... Era una manera de vivir, la suya. 
Estaría bien empezar de cero en otro sitio, empezar en otra ciudad sin que nadie te conozca y puedas ser como te de la gana. Solitaria y feliz en su soledad. 

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