¡MACARONS DE CHOCOLATE!

noviembre 22, 2015

20 de noviembre 2015.

Estaba aparentemente tranquila, ni rastro de los nervios, o al menos eso pensaba. Había pensado y no, lo que le iba a decir o posibles cosas que quería decirle -porque luego con los nervios ya sabes lo que pasa-. 

Pues bien. Salimos de casa a las cuatro y media de la tarde. Teníamos ir a Alicante, aparcar el coche en el parking de el corte inglés y luego bajar hasta la explanada para allí comprar los macarons de chocolate que había puesto en la revista 'Lecturas'. 
- Dos cada de macarons. Una de vainilla y otra de chocolate.
- ¿Algo más?
- No, eso es todo. 
Y vuelta, camino a el corte inglés, mientras nos entreteníamos por el camino con los puestecitos que allí hay de continuo. El miedo en nuestros cuerpos, por esto que está ahora de actualidad y nuestras mentes a las que le gusta mucho imaginar. Nos encontramos a un grupo de hombres -ni tan jóvenes ni tan mayores- que iban con unos maletines finos y grandes, y la mente de mi hermana se puso a maquinar. Antes nos habíamos encontrado con un hombre inmóvil en medio de la explanada cargado con mochilas. Incluso llegué a pensar que era un maniquí, pero luego, por fin se movió. 

Conseguimos llegar sanas y salvas al establecimiento y al subir a la primera planta, la de los libros, vimos ya a gente esperando con libro en mano delante de la mesa con tres sillas y de fondo un cartel grande de la portada del libro "No me dejes". Por lo que nos dimos prisa y bajamos al sótano donde estaba el coche aparcado con los libros dentro. Los cogimos y volvimos a subir a empezar a hacer cola. Todavía faltaba más de una hora. 

Nos entretuvimos como pudimos, nos reímos con la gente que había delante y detrás, comentamos y ¿descomentamos? Bueno el caso, ahí estábamos de pie, desesperas y... ¡Tranquila! -al menos yo-. ¡Qué malo es esperar! Qué poco me gusta, pero es necesario.

Llegó con Elsa en brazos y sus dos primas detrás con la pequeña Olivia también en brazos y con una bolsa de gusanitos. Sentó a Elsa en una silla y él se sentó en la otra, pidió bolis y ahí empezó la firma. Elsa perdida por la planta de libros, sus primas, cerca de la mesa y nosotros íbamos pasando uno a uno para poder tener nuestros minutos esperados.

Llegó mi turno, -yo no sé si tengo un imán o que, pero siempre me quedo parada delante de la mesa porque siempre pasa algo-. Lo que tuvo que pasar pasó y tome silla después de darle los dos besos y cruzar las primeras palabras con él.
-Uy, que tímida.
-Estoy muy nerviosa.
-No. Tú cuenta. Uno... Dos... Y tres...
A cada número peor me ponía. Hasta que empezó a preguntarme si me había leído el libro y esas cosas que él hace para que sea más fácil, más sencillo y me vaya tranquilizando poco a poco. Cuando acabó de firmarme la última novela, continuó por la anterior, pero antes tenía que contarle la historia.
 -Este ya lo tengo firmado, pero sacaron una edición con un librito, y me lo volví a comprar. Mi madre casi me mata. Así que esté se lo firmas a mi hermana. -y la señalé, que estaba delante de nosotros con móvil en mano sin parar de hacer fotos-.
Quería llevarle macarons, pero yo, que siempre dudo de todo, no sabía que sabores le iban a gustar. Días antes, el miércoles justamente, en la revista 'Lecturas' contaba el miedo de París y que quería pasear por la ciudad, comer macarons de chocolate... ¡MACARONS DE CHOCOLATE! Sin quererlo me había solucionado el problema. Y fue lo que le conté, más o menos, cuando le tendí en mis manos temblorosas la caja de macarons. Me preguntó que si leía el Bulevar, ¿cómo no lo voy a leer? 

Y poco a poco mis minutos se iban agotando. Luego, mi hermana quería una foto con él, y que le firmara la funda del móvil. Y por supuesto, no me fui sin sus apretones en el brazo en forma de cariño.

Por culpa de los nervios, se me olvidó contarle un montón de cosas. ¿Para qué sirven los nervios? Pero bueno, dejemos lo malo de lado y quedémonos con lo bueno, porque siempre hay mucho bueno.



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