A veces soy imposible.

enero 30, 2016


A veces soy imposible, lo sé. A veces no me aguanto ni yo misma y pobre de vosotros que tenéis que batallar conmigo. Lo siento. A veces hablo de más cuando debería callar y pensar detalladamente si lo que voy a decir lo pienso de verdad y no decirlo por decirlo. Eso sí, otras veces, lo pienso y lo digo, pero igual las palabras no son las adecuadas. Se puede decir una misma cosa de muchas maneras y yo siempre apuesto por las malas o al menos eso pienso.

Hace unos días, cansada de que mi abuela lo tape todo y me meta en sus "mentiras" para que no sepan donde está o donde deja de estar, se lo dije tal cual, sin medir, sin pensar, como salió de mi boca llego a sus oídos y se enfadó. 

Ha estado una semana sin llamarme, sin preguntar como estoy o como dejo de estar y que quieres... Ni tanto, ni tampoco. Ella tampoco sabe medir. A alguien habré salido yo... El caso, ayer me llamó, sí, pero antes le llamó a mi madre para ver si me podía llamar, cosas de ella. Me compró con diez euros. Vale, dicho así suena mal de cojones. No fue exactamente así, pero cuando mi madre vino con diez euros diciendo que era de mi abuela y luego llamó diciendo que si podía ir esta tarde a por ella, lo vi todo claro. Era para intentar comprarme, para ablandarme.

Dije que sí, pero no por el dinero, dije que sí para aplanar la situación y volver a la relación que siempre tenemos, aunque espero que lo que le dije se acuerde y lo aplique, porque aunque las cosas vuelvan a ser como antes, lo que le dije es así, lo pienso y lo seguiré pensando.

No quiero que me controlen, "¿dónde estás? ¿con quién estás? ¿qué hacéis? ¿dónde vais? ¿de dónde venís? ¿vas a tardar mucho?". Le dije que un día se iba a sorprender con las respuestas... "Con un negro, un chino y un ecuatoriano. ¿Quieres que se las mida?". Ella diría que no, contestaría que muy bien y me colgaría enfadada. Como si lo viera. 

Odio que me controlen, que quieran saber en todo momento donde estoy o donde dejo de estar. Quiero ser como ese pájaro que vuela por el cielo al atardecer, queriendo tocar esos colores tan bonitos, bajar a beber agua salada y salir corriendo antes de que alguien me quiera coger. Libre. Feliz. Sin ataduras ni preocupaciones, sin obligaciones... 

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