Amaneceres de agosto.

agosto 08, 2016

Agosto, la recta final del verano. Se nos acaba, pero viene otoño y entonces todo se pasa. Con sus hojas por el suelo, un manto marrón amarillento lo tiñe todo y las lluvias empiezan a aparecer limpiando y sofocando el calor del verano. Y a mí, ¡ME ENCANTA! 

Pero ahora vengo a hablar de agosto, de mi agosto. Lo empecé madrugando de más. A las cinco de la madrugada cogimos el coche de camino a la playa. A esas horas hay poca gente por la carretera, a esas horas solo van los negritos en bici camino a la playa para empezar la jornada de trabajo.

Cogí mi cámara y colgada de mi cuello fotografíe los cambios de colores del cielo, la salida del sol y algunas que otras fotos que por allí vi y me gustaron. Y no importa si sé o no sé, lo importante es que a mi me gusten, y a mi me gustan, unas más que otras pero me gustan. Y los comentarios que hace la gente están de más. 

Pues bien, el sábado volvimos a coger el coche para ir a la playa, un nuevo amanecer nos esperaba. Llegamos apuraditas, pues no nos dio tiempo a mucho, el sol ya asomaba un poquito entre las nubes. Cogimos nuestras tumbonas y nos pusimos a primera línea de playa a contemplar como poco a poco el sol se dejaba ver por completo.

Tuve la gran suerte de que me abandonaran, me quedé sola en mi tumbona, observando como el sol cogía más fuerza a medida que subía para arriba y como las olas venían y se iban. Algo tan simple, algo gratis y que sea tan placentero, tan...

Lo que pensé fue que algo así, tan fácil como madrugar, conducir unos cuantos kilómetros y ver el amanecer tranquilamente escuchando nada más que el sonido de las olas, había que repetirlo muchas más veces, sea verano o invierno, llueva o ¿nieve? (por la nieve no será). Tendría que hacer esto cada X tiempo, porque te ordena, te encuentras y te hace sentir tan bien... Como dice mi querida Milán: "te pone a bien con la vida".

El miércoles nos vamos a ver otro. 


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